Hoy quiero charlar con todos Ustedes acerca de lo que nos está ocurriendo alrededor de esta pandemia que ha desatado un pequeño, pero inesperado huésped, que se está dando la vuelta por el mundo. Me refiero a ese nuevo Coronavirus que a la mayoría de nosotros nos tiene inquietos y a otros francamente aterrorizados. Lamentablemente este virus no llega solo; se hace acompañar de la ansiedad, la desesperanza y, por supuesto, el miedo.
Regularmente, solemos pensar en eventos traumáticos como puntuales, intensos y desgarradores; como por ejemplo un accidente, ser víctimas de un robo o la muerte súbita de un ser querido. Todo esto evidentemente deja secuelas en las personas que los padecen, pero hoy estamos afrontando algo que podríamos llamar un trauma cotidiano de nuestros días. Es quizá menos intenso, menos reconocible como tal, pero que de igual manera nos puede afectar no sólo durante la crisis en sí misma, sino incluso por mucho tiempo después, especialmente si no sabemos cuidarnos y hacernos cargo de lo que vaya surgiendo a cada momento.
Mi intención aquí es poder ofrecerte una perspectiva realista, pero alentadora y, sobre todo, con ideas de aquello que puedes hacer para amortiguar el impacto de lo que te está pasando con lo que está ocurriendo actualmente. Sé que hay muchos aspectos que nos están afectando en este momento; hablo del confinamiento, la economía y la ansiedad que provoca la amenaza y la incertidumbre. Buscaremos abarcar la mayoría de los puntos esenciales para que, a partir de ellos, puedas empezar a tener un rol más activo a pesar de las circunstancias. A las personas no nos gusta vernos obligadas a abandonar nuestras rutinas, especialmente cuando este cambio nos hace sentirnos atrapados Tenemos que buscar restablecer un equilibrio dinámico que no será como el habitual, pero sí más adecuado para hacer frente a esta experiencia.
La forma en que construímos nuestra percepción.
La definición de nuestra situación es importante. Últimamente escucho decir a muchas personas que se van a encerrar, que están enclaustradas o que ya empezó la cuarentena. Por definición podríamos pensar en que la forma de referirnos a nuestro situación actual es poco relevante, pero no es así. Por ejemplo, sabemos que cuando somos obligados a permanecer en un lugar sin poder salir de él (como en el caso de quienes están en prisión, aquellos que se quedan atrapados en una mina o los que viven bajo un toque de queda), los niveles de ansiedad se disparan mucho más que si decidimos por voluntad permanecer en un lugar seguro para salvaguardar nuestra integridad. Nuestro lenguaje construye realidades y no es inocente; cada palabra pronunciada o escrita tiene un significado claro y otro más sútil que es nuestra interpretación. Utilizar la palabra “encierro” contribuye a una percepción de obligatoriedad y con ello tenemos más sufrimiento.
Nuestra casa es nuestro refugio, no una cárcel y no estamos encerrados, sino resguardando nuestra salud porque queremos estar bien. Así venga una disposición oficial de quedarse en casa, cada uno sabe que, aunque no la hubiera, queremos estar a resguardo en nuestro hogar en lo que sentimos que la amenaza se ha marchado. Por eso estamos tomando medidas necesarias, para estar bien y evitar complicaciones mayores, no porque seamos niños que alguien nos mande para adentro de la casa. Te invito entonces a cambiar el término “acá estamos encerrados” o algo similar, por un “por ahora estamos en casa, resguardando nuestra salud”. Esa es la verdad.
Convivencia intensiva bajo un mismo techo
Muy bien, ya estamos a resguardo de lo de afuera. ¿Pero qué pasa al interior de la casa con todos sus habitantes? A pesar de que somos de una misma familia, que nos queremos, las rutinas habituales de cada uno probablemente han sido distintas y hoy la convivencia intensiva es casi inevitable. Quizá los que son ya de por sí introvertidos no se la pasen tan mal, pero la mayoría resentirá en alguna medida el impacto de esto, especialmente si el espacio compartido es hasta cierto punto limitado y los espacios comunes deben ser continuamente compartidos (como la cocina, la sala, la TV o incluso el baño). ¿Qué podemos hacer para mitigar el impacto de esta situación?
Es normal, conforme pasen los días, empezar a experimentar cierta preocupación por el futuro, ansiedad por el presente, así como frustración y aburrimiento, por eso es recomendable:
Establecer ciertas rutinas
Tener horas regulares para dormir y despertar es una buena idea para mantener una sensación de orden y control. Aquellos que realizan trabajo remoto desde casa tienen de alguna manera esto ya considerado, pero quienes deban permanecer sin una actividad fija a realizar, son quienes deberían estructurar de entrada su tiempo en el día. Esto es muy importante hacerlo también con los niños.
Tener conciencia del día en que se vive puede ser buena idea, así como tener ciertas rutinas distintivas para el fin de semana. Sin embargo, no deberíamos obsesionarnos en contar los días que pasan, los que se supone que faltan para que esto termine o estar mirando incluso continuamente el reloj. De igual manera conviene ser flexible cuando pensemos en la fecha en que creemos saber que esto acabará.
Participación voluntaria de todos.
Sería de mucha ayuda que todos se hagan cargo de alguna tarea doméstica por voluntad. Pretender imponer esto suele generar más disgustos y resistencia que buenos resultados, pero es importante conversar acerca de que todos asuman alguna responsabilidad en vez de pasar el tiempo sólo con distracciones. Vale decir que la distribución de actividades es mejor que sea funcional para todos, aunque no siempre pueda ser absolutamente equitativa.
Diversidad en actividades para prevenir el aburrimiento
Es posible que hayas jurado que ahora sí vas a ver las 14 temporadas de tu serie favorita o que te vas a leer todos los libros que tienes pendientes. Eso está muy bien, pero es necesario que tomes un descanso hasta de lo placentero para no caer en el hastío o el aburrimiento. Lee un poco, ve la televisión, escucha música o aprende algo en línea. Incluso podrías escribir algo para ti, para otros o, quién sabe, a lo mejor acabas descubriendo que tienes una habilidad o talento que no habías podido desarrollar antes.
No es hacer por hacer, sino hacer con propósito e interés.
A muchas personas mayores se les pone a llenar crucigramas, buscar palabras o encontrar diferencias en dibujos para mantenerlos mentalmente activos. Eso sin duda ayuda, pero estas tareas no siempre corresponden con el interés o deseos de quien las ejecuta. Cuida que lo que hagas realmente te interese, te motive o te haga sentir relajado. Que lo que hagas de alguna manera te lleve a crecer, mejorar o verdaderamente a atrapar tu atención. Leer un libro sin retener lo que se lee o mirar la tele y estar pensando en otra cosa, no suele ser de mucha ayuda. Deja que la curiosidad te atraiga y no que la rutina te arrastre.
Mantener contacto social
Más allá de las personas con las que convivimos, conviene mantener contacto hacia el exterior de nuestro círculo más cercano. Ninguna cosa reemplaza a la otra y, en estas circunstancias, ambas son posibles y deseables. Eviten estar todo el día pegados al celular, a los videojuegos o a la tele ignorando a los demás. Además de adictivo, esta conducta suele erosionar rápidamente los vínculos creando una sensación de “soledad en compañía”.
Movimiento
Esto es tan importante como lo que acabo de mencionar. Quizá no sea posible salir a correr o asistir al gimnasio, pero siempre se puede bailar un poco en casa, desempolvar el equipo de ejercicio que hoy usamos como percha para colgar ropa o simplemente estirar y mover el cuerpo a ciertos intervalos es algo que podría ser de ayuda. Se nos ha enseñado que si no se suda o no se sufre no hay ganancia en el ejercicio, pero en estas circunstancias lo que buscamos no es tanto ganar, como evitar perder,
Espacios personales y compartidos
En la medida de lo posible deben existir dentro de la casa espacios privados donde uno puede retirarse a descansar, escuchar algo de música o simplemente mirar al techo y filosofar si así se desea. Sin embargo, esto no implica que debamos aislarnos cada quien por su lado. Aunque para muchos suele ser tentador, esto incrementa las posibilidades de desarrollar algún problema de ansiedad o depresión.
Permitan el tiempo fuera cuando alguien se sienta rebasado, pero siempre ofrezcan disposición para escuchar cuando esté listo de ser el caso.
Civilidad y templanza
Una de mis palabras favoritas de toda la vida ha sido “Templanza”, No es que me gusta solamente como suena, sino lo que ella significa: moderación. En esta circunstancia más que nunca debemos ser moderados en el actuar, el hacer, el decir y el convivir. Muchos ya han abusado un tanto haciendo acopio de bienes necesarios que quizá ni siquiera al final acaben usando. Pero esto no solamente ocurre hacia afuera, sino hacia adentro del espacio común y compartido, especialmente si los recursos son limitados. Si se escucha música conviene que sea a volumen moderado, usando audífonos o que sea del gusto de la mayoría. Incluso podrían probar escuchar algo distinto y ver como les viene. Jazz, música tradicional de alguna latitud lejana o algo de Bossa Nova. No tienen que escuchar necesariamente música clásica o meditaciones hindúes si no lo desean, pero siempre podrían darle a todo una oportunidad.
El uso de los espacios comunes, especialmente si son escasos o reducidos, encuentran un mejor aprovechamiento de la mano de la civilidad. Por ejemplo el tiempo que se pasa en el baño, mantener la casa en relativo orden y no dejar que se acumule la ropa o trastes sucios contribuye al bienestar colectivo. Lo que se va a comer también es otro tema. Quizá a ti te encante el pescado frito al mojo de ajo o el chorizo ahumado a las finas hierbas, pero probablemente convenga evitar cocinar cosas que produzcan olores fuertes y penetrantes, a menos que a todos les fascine lo mismo. Dicho sea de paso, la templanza también aplica para el comer y beber, especialmente aquellas bebidas que contengan alcohol.
No hay nadie exactamente igual a nosotros y cada uno tiene sus gustos, disgustos y particularidades. Entender que somos diferentes es una energía mejor aprovechada que si se invierte en querer cambiar, corregir o reeducar a quien no nos ha pedido que lo hagamos y menos bajo estas circunstancias.
Hagan una tregua si es necesario
No es inevitable pero suele ser muy frecuente que en estas circunstancias se generan fricciones. Conviene entender que la ansiedad está buscando salida y dirección y como al virus no se le puede ver a simple vista, entonces parece que de pronto ya no busco quien me la hizo, sino quien me la pague. Hay que tener algo de paciencia pero, como ya dije antes, mucho de templanza y civilidad. Pedir perdón y perdonar suele ser una buena herramienta mientras aprendemos a convivir con más paz.
Además de lo anterior, algunos ya de por sí traen algunas cuentas pendientes o resentimiento atorado. Pienso que este no es el mejor momento para cobrar deudas porque las respuestas a esto pueden ser más impredecibles que la misma evolución del virus. Sugiero en el caso de fricciones, viejas deudas o asuntos filosos por resolver, que en este momento se haga una tregua. Pasada la crisis ya habrá oportunidad de hablar de aciertos y desaciertos, hacer reclamos, pero sobre todo buscar soluciones. Para esto se necesita buena voluntad y disposición. El enemigo es el virus, no ninguno de nosotros dentro de una relación o una familia.
Quienes viven con un enfermo en casa.
Algunos se mantendrán sanos durante toda esta contingencia, pero otros ya venían padeciendo alguna enfermedad o incluso quizá alguien en casa desarrolle la enfermedad del COVID-19. Esto último provoca miedo al contagio y temores acerca del futuro para el enfermo y la familia. Procurar supervisión médica es imprescindible, pero también lo es diversificar los cuidados entre todos los de la familia o, si esto no es posible, darse tiempo para descansar. Cuidar la alimentación, hidratación, horas de sueño, descanso y tiempo para el ocio debe ser prioridad en la medida de lo posible.
La pareja y los hijos
Quiero hacer una breve pero especial mención a esta circunstancia. Transitar por esta contingencia a veces resulta ser como una especie de prueba para medir el amor de una pareja o el que se tiene hacia los hijos. La realidad es que el amor puede sufrir el impacto de todo esto, pero en definitiva no suele ser su causa. Pueden remitirse a lo que mencioné anteriormente acerca de la tregua, pero también ayuda tener en mente que son una familia o al menos padres de esos hijos. No es sencillo si no hemos sabido antes de la crisis cómo establecer acuerdos. Se trata de encontrar una manera de convivir con alguien, con todo y sus necesidades y ansiedades, cada minuto de cada día en un espacio limitado durante un período de tiempo incierto. Si creen que esto va a resultar sencillo porque ya viven juntos y se aman, sugiero que no se confíen. Muchos seguramente incluso se están preguntando
“¿Qué vamos a hacer con los niños en casa todo este tiempo?”. Mi respuesta sería conocerlos, observarlos, tenerles paciencia y también enseñarles que estamos en un estado de excepción y que todos hemos modificado hábitos y conductas. Aburrirse es una parte sana y necesaria del desarrollo. Muchas personas han vivido en situaciones de guerra, hambruna o alta violencia y de alguna manera aprenden a moverse en esos terrenos en lo que encuentran la posibilidad de hacer algo o en lo que pasa la crisis. Sin embargo recordemos que los niños aprenden a manejar las crisis como observan que los adultos lo hacen.
¿Y los que viven solos?
La idea sería evitar el aislamiento. Mantener el contacto con amigos, familia e incluso compañeros de trabajo es esencial para evitar episodios de ansiedad o incluso la afectación de estado ánimo hacia tintes depresivos. Es en este caso cuando las redes sociales y el teléfono celular pueden volverse de ayuda para mantenerse en contacto con otros, pero siempre hay que cuidar las interacciones y limitar a aquellos que transmiten ansiedad, pesimismo, distribuyan noticias sin fundamento o esparzan rumores.
Si estás en esta circunstancia, ponte doblemente alerta acerca de tus conductas y rutinas. Probablemente no hay nadie cerca que te haga ver cuando estés cayendo en algún exceso de lo que sea.
La ansiedad.
Este coronavirus es un virus novedoso y hasta este momento en que digo esto no hay todavía una vacuna o tratamiento específico, lo que lo hace un poco más aterrador. Esto es tierra fértil para que la ansiedad se desate. Una mente sana no implica la ausencia de pensamientos, sentimientos y emociones como el miedo; al contrario. Es reconocer lo que se siente, reconocer que es normal sentirlo y que debemos hacer algo eficiente con eso. Las emociones no deberían suprimirse (esto no es posible) o reprimirse (esto no es sano ni deseable), sino canalizarse para evitar que se desborden y hagan o nos hagan daño. Hay quien usa el sentido del humor, otros se apegan a sus creencias espirituales más profundas y unos más se ocupan para no pensar mucho. Todo eso está bien, pero reconocer que se tiene miedo, que uno se puede sentir ansioso, es algo que paradójicamente tranquiliza, especialmente si al hacerlo otros se animan a manifestarse en el mismo sentido. Lo que pasa no es para menos, pero tampoco tendríamos que hacerlo más grande o chico de lo que es.
Parte del problema con la ansiedad es que puede ser contagiosa. Cuando los medios anuncian cancelaciones masivas de eventos públicos, se muestran imágenes apocalípticas de compras de pánico y circula en redes sociales información distorsionada y contradictoria, es cuando pasamos la voz de alarma a los nuestros. Es un comportamiento común de seres sociales que tienen depredadores, como lo haría un primate asustado ante la presencia de una hiena o leopardo. El resto del grupo se alerta, se altera y a su vez pasa la voz, aunque ninguno de ellos hayan visto directamente a la amenaza. Su miedo fue disparado por el miedo del primer primate.
El problema con los humanos es que se auto contagian de sus propios miedos a través de la voz de la mente cuando no se le pone un freno a través de la razón. Se hace como una espiral o bola de nieve que luego cuesta parar. Por supuesto que también están los maliciosos y antisociales que difunden intencionadamente información que agita al miedo. Eso también se contagia.
¿Qué podemos hacer con la ansiedad? Hay varias técnicas y herramientas que pueden ayudar a transitar por esta tormenta de sensaciones y pensamientos. No hay antídotos infalibles, pero sí maneras de canalizarla o reducir el combustible que la alimenta. Veamos:
Obtén información de fuentes fiables, serias y responsables. Lo aconsejable sería contrastar lo que informa cada gobierno local, nacional, la Organización Mundial de la Salud e incluso las autoridades sanitarias de otros países que están pasando por una crisis similar o peor. No te satures de noticias repetitivas y descarta información o rumores de los que no puedas verificar su fuente o autenticidad.
Dimensiona. Esto no es broma, no es una pesadilla y seguramente tampoco es el resultado de un complot mundial. No es probable que estemos atestiguando el fin de los tiempos a manos de uno de los 4 jinetes del apocalipsis. A diferencia de los habitantes europeos de épocas medievales que atribuían las epidemias de peste y los millares de muertes a seres o fuerzas provenientes del infierno, nosotros ya sabemos que esto que pasa se debe a un virus, sabemos cual es, sus mecanismos habituales de contagio y su grado de letalidad.
Piensa y actúa (y no al revés). Quizá ahora es un buen momento para empezar a ejercitar el pensamiento crítico a partir de dudar no sólo de lo que nos dicen, sino de lo que pensamos. Es la capacidad de las personas para analizar, entender y evaluar la información existente respecto a un tema, intentando encontrar la verdad entre toda esa información y alcanzar una idea justificada al respecto de lo que se trate, descartando todo lo demás.
Haz un ejercicio de respiración. De estos hay muchos por ahí, pero yo prefiero uno muy simple que consiste en que, durante un episodio de desborde emocional o gran pesimismo, tomemos algunas respiraciones profundas de la siguiente manera:
Inhala profundamente mientras cuentas mentalmente del 1 al 3,
Retén el aire durante otro conteo del 1 al 3
Exhala lentamente mientras cuentas mentalmente del 1 al 5
Todo esto hazlo 3 veces por vez y siempre inhalando y exhalando por la nariz.
Escribe. Si la ansiedad no cede prueba lo siguiente:
Toma un cuaderno o libreta.
Cada vez que sientas ansiedad empieza a escribir anotando fecha, hora, lugar donde estás y después escribe que estás pensando, que estás sintiendo y qué estás haciendo. Haz esto sin parar hasta que la ansiedad regrese a niveles tolerables.
Al finalizar anota la hora en que terminaste y sigue haciendo lo que estabas haciendo.
Repite este ejercicio cuantas veces sea necesario.
Recuerda que en todo caso buscar ayuda profesional siempre puede ser una opción.
Consideraciones finales
Todo lo que está ocurriendo sin duda representa un punto de inflexión social y personal. Idealmente esta crisis deberá hacernos reflexionar, revalorar y reubicarnos en nuestra línea de la vida y ante nuestros vínculos afectivos. Las cosas no serán exactamente como antes y no deberán volver a serlo. Necesitamos mantener la conversación abierta acerca de lo ocurrido, pero no sólo a escala local, sino internacional para definir nuevas estrategias ante esto que nos ha tomado indebidamente desprevenidos.
No obstante lo anterior, no cierro los ojos a las afectaciones más personales. La economía y el bolsillo de cada uno de una u otra manera se verá afectado. Busquemos llegado el momento recomponernos como sociedad, pero también como individuos. Estamos en la llamada era de la posverdad que no es sino cuando las creencias personales y la información de carácter emocional (que provoca miedo o desconfianza) influyen más en la opinión pública que los hechos objetivos. Hoy muchos líderes políticos del mundo se están valiendo de ello, pero somos los ciudadanos los que tenemos la capacidad de reflexionar y actuar en consecuencia. Es hacerse cargo cada uno pidiendo que quienes deben hacerlo también lo hagan con seriedad y responsabilidad. No somos ni la única ni la última generación que se enfrenta un reto que ha sobrepasado su capacidad de respuesta. Nuestra historia está llena de ejemplos y nosotros pasaremos a la historia como los sobrevivientes de un virus que hizo más daño por el miedo que produjo, por la paralización de la actividad económica, que por la amenaza real de su grado de letalidad, sabiendo que existieron lamentablemente una gran cantidad de vidas perdidas.
Aprovechemos esta ocasión para acercarnos a los nuestros, conocer a los otros y ser un agente de cambio positivo para lo que hay y lo que venga. Que cuando nos reincorporemos a la vida cotidiana, porque eso sucederá, no sea a lo mismo, sino a algo mejor a pesar de las circunstancias. Es quizá hora de practicar el altruismo, ejercer la empatía y mostrarnos solidarios aún bajo estas circunstancias. Tal vez por ahí hay alguien que conozcas que esté más ansioso que tú, que tenga total falta de algo que tú atesoras o simplemente alguien que necesite ser escuchado. Mira bien, esa persona puede estar más cerca de lo que crees. Es hora de cuidarnos.
Que todos estemos bien, que todos estemos sanos.
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