Estamos viviendo una experiencia como pocas habíamos tenido en la historia reciente de la humanidad. Un nuevo virus, una pandemia y medios de comunicación rápidos y heterogéneos que dan cuenta de la más diversa información, vivencias y noticias.
Ante un escenario así, ante lo nuevo y desconocido, es natural sentir miedo. Incluso es natural que el miedo se desborde gradualmente conforme sintamos que el peligro está más cerca de nosotros. Nos podemos sentir tan indefensos y asustados que actuemos de formas irracionales o incluso podríamos buscar "defendernos" como niños tras las cortinas de la negación que nos lleve a descuidarnos. El riesgo es real y existe, por supuesto. El COVID-19 no es una leyenda urbana y ya se ha hecho presente a escala mundial de forma gradual según su dispersión global y tiempos de incubación. La cuestión es qué tan peligroso es ese riesgo y qué podemos hacer cada uno de nosotros para prevenir, identificar y mitigar sus efectos en nuestras comunidades.
A diferencia de los habitantes europeos de épocas medievales que atribuían las epidemias de peste y los millares de muertes a seres o fuerzas provenientes del infierno, nosotros ya sabemos que esto que pasa se debe a un virus, sabemos cual es, sus mecanismos habituales de contagio y su grado de letalidad. Es verdad que aún no hay una vacuna o tratamiento eficaz para acabar con él, pero la comunidad científica mundial se está dando a la tarea de hallar un tratamiento. Parece que estamos lejos de atestiguar el fin de los tiempos.
Lo que sí podemos hacer es hacernos cargo siguiendo las indicaciones que las autoridades de salud local, nacional y mundial ponen a nuestra disposición. Lavarnos las manos frecuentemente, evitar abrazar o saludar de beso, no salir cuando se está enfermo y conocer los signos de alerta es un camino más eficaz, aunque pueda no estar exento de alguna dosis de miedo. Hacer todo esto en lo que esta crisis termina como ya empezó a suceder en el país donde empezó todo; China.
Podemos además ayudar evitando esparcir rumores, compras de pánico sin sentido y verificando de fuentes fiables la información que llegue a nuestras manos. Consultar los sitios especializados de la OMS o, en el caso de México, de la autoridad sanitaria local (Secretaría de Salud), se convierten en la primera línea de información.
Visitar sus sitios web de manera directa evitará que caigamos en rumores inocentes o malintencionados. Incluso, si se quiere, consultar la información que proporcionan los sitios web de las autoridades sanitarias de otros países nos ayudará a contrastar información que nos mantenga atentos, pero que desarticule el terror innecesario.
Nuestra tarea es estar adecuada y oportunamente informados, mantenernos alerta y poner manos a la obra cuando y como sea necesario de acuerdo a lo que los expertos autorizados nos indiquen en lo que pasa esta crisis (porque eventualmente lo hará). Que si el inevitable miedo va a estar presente, se convierta en un aliado que nos mueva a cuidarnos. El contagio de los virus reales puede ser tan peligroso como el de aquellos virus mentales que se esparcen sin necesidad de contacto físico.
Que el miedo sea mi guardián, pero nunca mi tirano.
Muchas gracias, como siempre muy objetivo. No había pensado en los virus mentales... interesante!!